Me gustaba hacerlo en Argentina, en Israel, y también acá. Según tengo entendido, me viene de herencia por parte de abuelo materno. Hablo de algo simple -pero inmenso: sentarme a mirar. Mirar por mirar. Mirar la gente que pasa. Mirarles las caras. Los gestos. La inclinación del cuerpo al pasar. Mirarles las manos, los rasgos, los gestos distintivos, la totalidad. Me da un placer inmenso, sobre todo, si estoy sentada en un café vidriado. O, si el clima lo permite -y eso es ya el paraíso- en un café al aire libre. En una de esas mesitas de afuera, cuando no hay viento, ni lluvia, ni mucho frío, ni mucho calor, ni -especialmente acá en Melbourne- moscas. Entonces sí: me resulta una fiesta. Mirar los pasos, los looks, las combinaciones, las parejas desparejas, las madres apuradas, los ejecutivos ceñudos, los jóvenes despreocupados. Mirar no la ropa en sí sino la manera en que la llevan. Mirar lo común y lo extraordinario, lo cotidiano y lo llamativo. Mirar, mirar, mirar, mirar. Puedo pasarme horas. Claro está que luego vienen las elucubraciones a las que me lleva mi fantástica imaginación: esos dos que vienen ahí son divorciados; ésa se rateó del cole; ése tiene fortunas; ésa está embarazada (pero todavía no lo sabe)... No podrán decir que no me divierto barato (iba a decir gratis pero hay que considerar el costo del café). En Australia, a este heredado y bello pasatiempo se le suma la bendición de la variedad cultural y racial: veo somalíes, afganos, chinos, nepaleses, vietnamitas, malayos, israelíes, singapurenses, indios, japoneses, rusos, suecos, aborígenes, sudaneses, coreanos y la lista sigue. Un festival para mi mente y mis ojos. Mi abuelo se hubiera divertido de lo lindo, acá en Australia, sentadito nomás. A veces, para mis adentros, lo invito a un café, y nos sentamos los dos a mirar la gente pasar y todo todo nos parece "fenómeno", como decía él. Ay, abuelo, mirá esa que cruza ahí, el perro es más grande que ella. "Fenómeno", me diría él, y se reiría bajito, con los dientes apretados y los labios separados, mientras miraría, sin parar, la gente pasar.
Acá abajo (no se lo pierdan) les pongo el link para que vean a Piero cantando "Las cosas que pasan", que si bien es una canción de protesta habla de las cosas que se ven cuando uno mira desde la mesa de un bar:
ahhh, esa si que es una linda actividad, como me gusta sentarme a mirar, y Yerushalim no es menos divers que Mailburne ;0) Me dieron tantas ganas de ir a visitarte a tu casa alla! Ojala un dia de estos se me de.
ResponderEliminarDe la historia del beso (art anterior) Entiendo que cualquier reflejo con la realidad es simplemente CAUSAL ;) y yo con un nudito en la garganta q delata lo propio.
Besos gigantes! te quiero mucho
si, si, si!!! bienvenido el que quiera venir a visitar, asi nos sentamos cafe de por medio,a mirar la gente pasar!
ResponderEliminarDani hola!
ResponderEliminarSi hay algo que no perdi estando aca es esa costumbre de sentarme en un cafe y mirar y mirar, cualquier excusa es buena para hacerlo, no hay mayor placer... coincido totalmente !
Y si bien aca no hay el glamour y la homogeneidad portena, que se extranan, es un regalo para los ojos y la imaginacion ver justamente la variedad de gente y en algunos casos "cosas" que caminan por la calle....
En fin... mis deseos, que nos podamos ver en la ciudad que sea a contemplar ejemplares... besos miles!! Iri
Mmmmm... Iri... me quedé pensando en qué serán esas "cosas" que caminan por la calle... :)Cuando puedas, ampliá el concepto. Besotes!! (Daniela curiosa)
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