Sabrán que, de visita en Argentina, estamos parando en lo de mi suegra. Es en el quinto piso de un coqueto edificio de Barrio Norte. Bajo y subo, entro y salgo varias veces por día. Y cada vez que lo hago está el portero para abrirme y cerrar la puerta. A veces camino más rápido desde el ascensor hasta la salida, en pasitos cortos y ligeros, tratando de que no se note que me apuro, a ver si le gano de mano y puedo abrir solita, porque ya me da verguenza tanta gentileza. Además, ya me había desacostumbrado (¡Melbourne y su -bendita- igualdad!). Pero no sé cómo él siempre llega primero. Abre, cierra, abre, cierra, estoy por salir y él abre. Estoy por entrar y él abre. Creo que vive pegado al picaporte. Mi mayor problema, en realidad, reside en que se me han agotado las frases de cortesía.
"Gracias". "Buen Día" si es de día, "Buenas tardes" si es de tarde, "Buenas noches" si es de noche. "Gracias" otra vez y "Muy amable". Pero cuando me lo cruzo por undécima vez en el día y él, solícito, gira el picaporte para dejarme pasar -a mí, ¡la reina de la nada!- ya no sé qué decir. Entonces lo miro y le sonrío, mientras pienso para mis adentros cuántos puntos sumaría "portero" en el sistema de aplicación de visa para radicarse en Australia. Creo que ni siquiera figura en la lista.
falta que le diga al portero !camarada portero
ResponderEliminarBuena idea: mañana lo intento...
ResponderEliminarno me gusto lo de reina de la nada
ResponderEliminar???????????????????????????????????
m,olga
Raro, no? A mi a veces tb me hace sentir rara tanta amabilidad hacia una solo por ser mujer... no se, no me pega.
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