Nací en Argentina, migré a cuatro países, parí en tres idiomas. Viví en inglés, rezo en hebreo, pienso en español. Amo mi lengua madre por lo que es: seductora, lujosa, rica e intelectual.Y por lo que puede ser: atorrante, mundana, chabacana, popular. Este blog nació cuando vivía en Australia mientras arrullaba a mi hijo en español y alrededor todo era inglés. Ahora vivo en México, extraño el inglés, canto en hebreo y quiero aprender chino mandarín. Sueño con vivir en New York. O en Tel Aviv.
29 enero 2008
Gracias por la fauna
Ciervos
Pelícanos
Vacas
Ovejas
Erizos
Conejos
Gaviotas
Unos pájaros exóticos de los cuales no sé su nombre
kookabura (el pájaro que ríe)
Cisnes
Wallabies
y por supuesto canguros
Todo eso vi la semana en la isla, en distintos ámbitos, sueltos, y sin pagar entrada. Voy a comprar leche y veo un cervatillo. Voy a mandar un mail y ahí se me cruza un erizo (el famoso puerco-espín). Como dice mi amiga Patri, al ver cuánto se divertían nuestros hijos barrenando las olas: "... y pensar que es gratis, no tenés que andar poniendo una monedita para que venga cada ola!!"...
Australia: ¡a tu salud! Gracias por la fauna (en la flora no soy tan experta).
24 enero 2008
Vacaciones en la isla
18 enero 2008
Fotos del Australian
17 enero 2008
Hablar siete idiomas... quién pudiera...
Un encuentro en la oficina: él le cuenta a ella que tiene un problema enorme: está a punto de empezar una reunión de negocios importantísima con gente de siete países diferentes y su intérprete no ha venido. La empleada, solícita, se ofrece a ayudarlo. "Yo puedo hacer ese trabajo", le dice... Véanlo, no tiene desperdicio.
Cariños y me voy a dormir. El Australian Open estuvo genial, me enamoré de todos los jugadores y saqué unas fotos deliciosas de las hermanas Williams que trataré de subir mañana. Disfruten del video.
16 enero 2008
La reconciliación
13 enero 2008
¿Cuánto en realidad nos une nuestra lengua madre?
Estaba con Constanza, Jeremías y Henry en el Target del Malvern Central (un shopping chico) cuando de repente pasa una pareja hablando del precio de las sábanas en castellano. Yo, a su vez, hablaba con los chicos del precio de los Nintendo DS lite. En castellano. Cual perros, a ambas partes se nos pararon las orejas al escuchar las palabras tan familiares, la cadencia, el acento de la lengua madre en común. Al cruzarnos cara a cara, y tras un brevísimo intercambio de miradas de "compinchismo", nos dijimos hola, hola, en perfecto español y el hombre fue más allá y dijo feliz año y yo gracias y ahí nos quedamos varados, sin avanzar. En vez de seguir cada uno por su lado la lengua madre nos hermanó por unos minutos, y nos enfrascó en una charla amena... amena por unos minutos, porque luego del intercambio de rigor (de dónde exactamente son, cuánto hace que están, les gusta, extrañan) y cuando yo sentía que se había agotado mi interés ellos no movían las piernitas del lugar, y continuaban la charla como si fuéramos grandes amigos reencontrándonos después de muchos años. A toda costa el señor -con la mejor intención, reconozco- me quería contar en dónde podía conseguir chinchulines, morcilla, chorizo colorado y matambre. Dedicó unos diez o doce minutos a contarme todos los prodcutos argentinos que acá logra adquirir, con especial insistencia en los embutidos. Se esforzaba en explicarme cómo llegar a una carnicería que está como a cincuenta minutos de mi casa. Dijo que espere, que iba al auto (tres pisos más abajo) porque tenía una tarjeta de la carnicería con la dirección y me la quería dar. Mientras yo, que fui vegetariana un par de años, tengo un interés nulo en los embutidos, y por sobre todo jamás viajaría cincuenta minutos para comprar básicos diarios, trataba deseperadamente de terminar amablemente la conversación, me preguntaba a su vez cómo cuernos fue que terminé dedicándole casi veinte minutos de mi tiempo a dos perfectos desconocidos que nunca más volveré a ver. Fue como si el hecho de hablar la misma lengua nos haya obligado a decirnos cosas. Me hizo plantearme la pregunta de con quién tengo más en común: ¿con un argentino de Misiones, por el hecho de que los dos hablamos castellano, o, por ejemplo, con un judío de Nueva York? ¿Con alguien de profesión actor, o pianista, o cartógrafo, de Capital Federal o con un escritor de Australia, o una maestra de hebreo de Canadá?
Me quedé esperando al argentino y su tarjeta de la carnicería por pura cortesía. Jamás me la trajo. ¡¡AY, mi lengua madre!!
10 enero 2008
Consejos frente al mar
05 enero 2008
La máquina del tiempo según Jere
Fin. (niF)