Henry -sí, el que escondió mi celular en la heladera y puso la pelota en el microondas- está preparándose para hacer su Bar Mitzvá: su ingreso a la vida judía más adulta y comprometida con otros rituales, otros compromisos. Un “upgrade”, por así decirlo.
El otro día volvió súper entusiasmado de su clase preparatoria (la preparación dura un año) y contó que le habían enseñado a ponerse los Tefilín, esas tiras de cuero que deben colocarse diariamente por la mañana los judíos mientras se recita una plegaria y se recuerda nuestro lugar en el mundo.
Llegó a casa, preguntó si teníamos Tefilín y se puso a practicar.
Yo estaba súper emocionada. De una caja saqué los Tefilín que habían sido de mi abuelo Raul y se los mostré, como un tesoro único y más valioso que toda la colección del Vaticano!!! Para practicar, sin embargo, le dimos los Tefilín que Sergio (dad!) trajo hace un tiempo de Israel.
Todo muy emocionante, Henry los abre, dilucida cuál es la parte que va en la cabeza, cuál va en los brazos, toda una ceremonia, yo contengo la respiración, Henry comienza a pasar la cinta de cuero por su brazo, una vuelta, otra vuelta, y otra, todos mirando... y Henry exclama:
-¡¡Se me salen todos los rollitos de grasa por los costados!!
Fin de la emoción.
Risas.
Carcajadas.
Efectivamente, los Tefilín no te hacen el brazo más sexy del mundo!!
.... pero
Who cares? 😉
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