Le gusta Rafael Nadal. También la pizza. ¿Películas favoritas? Las de Disney, preferentemente si está el ratón Mickey. Cantante predilecta: una tal Mai Salim, voluptuosa, ojos gatunos y cabello de sirena. Parece que juega al póker, su libro preferido es la Biblia y odia rendir exámenes. Por lo general suele estar de buen humor, le gustan las chicas, los juegos en línea –“Crazy Taxi” encabeza la lista- y el fútbol. Lo sé porque puso un “Me gusta” en la siguiente página web: “Apuesto que puedo encontrar 1.000.000 de personas que apoyan a Egipto en el Mundial de Brasil 2014”. Ah, también le gustan un montón de otras cosas que me es imposible transcribir aquí, debido a que por el momento no manejo el idioma árabe. Veamos, ¿cómo llega una mujer judía argentina que vive en Santiago a relacionarse –o casi relacionarse, o mejor dicho tomar contacto… o ni siquiera- con un joven de las características mencionadas? Que, además de lo ya dicho, admira al futbolista egipcio Abo Trika, a quien por mi ignorancia tuve que buscar en google? He aquí parte de la respuesta: ¡precisamente googleando! Navegando por Internet, buceando en esa masa atractiva, tentadora, pero terriblemente brumosa que es la red.
Era lunes, estaba sentada en mi cafecito habitual del Mall, computador en mano, hacía frío y el smog sugería desaparecer gracias a la proximidad de un chubasco acariciador. Abrí un par de sitios web: diarios de Chile, de Argentina, de Australia, de Israel. Pero antes, cómo no, mi Facebook. Un amigo anunciaba que odiaba los lunes, otra compartía un álbum de fotos del cumpleaños de su hija y otro escribía “Juntemos firmas para borrar esta página de Facebook”. Eso sí llamó mi atención (más que aquél que escribió por fin: hoy sí. Me producen cierto escozor y el efecto absolutamente contrario al deseado las leyendas crípticas en los estados de Facebook, pero en fin). Hice click en la página en cuestión y me encontré con un llamado peculiar, aunque lamentablemente nada novedoso. Era una convocatoria a una tercera Intifada, a realizarse en mayo de este año, lanzado a todos los hombres que quisieran sumarse en contra de Israel y los judíos del mundo. En su foto una bandera palestina y en su muro un par de links. Uno de ellos era al canal de videos de Internet YouTube. Otro click, ya no podía detenerme. Quería, además de leer, ver y oír a los convocantes a este ultraje a la integridad física y los derechos judíos y humanos. Iba hirviendo mi sangre, de ira. El link a YouTube no funcionaba (parece que Facebook ya lo había bloqueado). Abrí otra página, esto ya era personal. En youtube.com escribí en el cuadrado de búsqueda “Tercera Intifada”. Y he aquí que surgieron varias opciones. Una de ellas se titulaba en inglés: “joven apoyando la tercera intifada palestina”. Click. Esperaba ver al diablo. El joven resultó ser de pelo crespo muy negro, un prolijo bigote incipiente, bien vestido con un polerón azul claro, linda sonrisa y un inglés perfectamente articulado. La violencia a la que incitaba no coincidía con lo que mostraba la pantalla. Hablaba pausada, universitariamente. Con su nombre anotado en una servilleta volví a Facebook. Lo tipeé. Lo encontré. Otro sorbo de café –descremado y extra caliente- y le escribí un mensaje privado (hola, te saqué de youtube, ¿realmente crees en la violencia? Pareces tan inteligente, conversemos, sin ánimo de pelear). Un poco de nervios me dio, confieso. ¡En qué me estoy metiendo!... Después me olvidé, seguí mi día habitual. A la mañana siguiente tenía una invitación de “amistad”. Era Omar, el de la Intifada. No me había respondido, pero quería ser mi amigo. Lo sentí tan próximo que me sumí en una especie de pánico en escala. Ahora me va a atacar a piedrazos. Veía el puño cerrado en verde y rojo salir de la pantalla de mi laptop y ensangrentarme la cara. Omar quería ser mi amigo para liquidarme tras una búsqueda internacional. A mí y a todos los contactos de mi lista. Uno por uno. De a poco volví a la realidad. Sí: era un fanático de su causa. No: probablemente no tenía intenciones de venir a Chile a matarme. Pero ¿no eran ciertas sus amenazas? ¿No quería Omar, el de cabello crespo y hablar suave, linchar a los judíos un día de mayo de este mismísimo año? No lo acepté –hubiese implicado exponer a todos mis amigos de Facebook- y le mandé otro mensaje: quieres ser mi amigo pero no has respondido mi pregunta. A todo esto la página convocando a la Intifada sumaba ya miles de “me gusta”. Pero la `contrapágina`, llamémosla así, también iba ganando adeptos de a millares. Omar respondió a los pocos días: “Do you speak arabic?”. No, le dije. English, Spanish, Portugues. And Hebrew (del Idish no dije ni mu). Ok, no problem, me respondió Omar. Y ése fue nuestro último contacto. Desde entonces Facebook ha bloqueado la página antisemita, pero resurge, disfrazada, una y otra vez. El video de Omar en YouTube sigue ahí, con comentarios a favor y muchos en contra, defendiendo a Israel o simplemente a favor de la no-violencia. De Omar solo sé lo que puedo entender, aquello que está publicado en inglés. Aparte de la voluptuosa cantante le gustan las papas fritas Pringles, la TV online y mandar mensajes por MSN. Gente como uno, ¿no?
A propósito: Abo Trika es el diminutivo de Mohamed Aboutrika, futbolista egipcio, jugador estrella del equipo Al-Ahly, mediocampista, suele festejar los goles tirado sobre el césped agradeciendo a Alá. La prensa extranjera lo apodó “el asesino sonriente” (mete goles como balazos y sonríe) y Wikipedia menciona entre su información personal “Simpatizante de Gaza”, ya que después de anotar el tercer gol contra Sudán en 2008, levantó la camiseta de su equipo para dejar al descubierto una que decía: “Simpatizo con Gaza”. Le sacaron tarjeta amarilla por romper la regla de la FIFA que prohíbe hacer demostraciones políticas durante el juego. Para los habitantes de Gaza se convirtió en un héroe. Muchos comentaristas árabes, por el contrario, adularon la sanción catalogándola como ejemplar. Abo Trika es egresado de la Universidad de El Cairo, está casado y tiene mellizos. Su número es el 22 y todavía no lo busqué en Facebook.