05 febrero 2008

Narcotizados ante las noticias

Estoy abombada de tanta bomba. En una época, un ataque suicida era seguramente en Israel, desgraciadamente. El mundo no sabía, no entendía cabalmente lo que un hombre-bomba significaba. Después vino el 11 de Septiembre y la idea de terroristas convertidos en bombas, o autobombas (o aviones-bombas) comenzó a hacerse palpable en la mente de la humanidad. Sí: los atentados suicidas existen. Y Sí: son inesperados y la víctima puede ser cualquiera. Alguien que se levantó para ir a trabajar, alguien que pasaba por ahí, alguien que volvía del colegio, alguien que estaba comprando cigarrillos o esperando el colectivo. Alguien. Cualquiera.
Ayer estaba mirando el noticiero de SBS (canal local de aire) y mi mente no lograba reaccionar ante la información que captaban mis oídos, entraba por mis ojos y catalogaba mi cerebro: Pakistán, Iraq, Israel, sacudidos por ataques suicidas. La cadena era interminable y lo que me generó aún más espanto es la falta de él: ¿no estaremos acostumbrándonos a ello? Por un momento me espanté pero ante la repetición del acto (distintos escenarios geográficos, pero la locura es la misma), ante la repetición, decía, quedé anestesiada y mi hermoso espanto se convirtió en nube y después en nada. "Total no nos pasa a nosotros, no?"... Australia es un país relativamente seguro... eso dicen. (Hasta ahora). Coincidió todo esto justo con el primer día de clases. La entrada al colegio judío de mis hijos no está vallada con los pilotes a que nos forzó el atentado a la AMIA. Tampoco hay gran despliegue de seguridad. La prevención es mínima, espero que sea porque es proporcional al riesgo. Por el amor de dios, que alguien pare esta locura: que nunca dejemos de espantarnos ante la noticia de que en alguna parte del mundo alguien, por la acción delirante y fanática de un lunático terrorista suicida, perdió la vida. El caso de las dos mujeres con discapacidad intelectual utilizadas como enviadas suicidas ha llegado a convencerme de que la perversidad humana todavía está en pañales. Mientras tanto la vida sigue, el noticiero terminó y yo preparé las viandas y el uniforme para el primer día de clases. Como dice Susanita (la de Mafalda): "decí vos también tu qué barbaridad y listo"...
Claro que el que conoce a Susanita entiende que a través de ella Quino critica la indiferencia de la humanidad frente a las desgracias colectivas. Así que no digamos qué barbaridad, ni qué terrible, ni qué tragedia. Eso no conduce a nada. Obviamente tampoco conduce a nada apagar el televisor y hacer las viandas para el día siguiente. Así que aún estoy pensando, algo se me va a ocurrir. No me creo capaz de detener un atentado suicida pero sí me siento en la necesidad de obligar a mi cerebro a pensar en un principio de acción. Un principio, eso es todo. Que el próximo atentado suicida no me encuentre frente al televisor con mi qué barbaridad y mi qué calamidad vacíos de acción. Y, antes de inventar la rueda, me voy a fijar qué existe ya al respecto. En Australia, en Madrid, en Liniers o en Estambul. Alguien ayer, frente a las noticias, tiene que haber sentido lo mismo que yo.
¿O no?

1 comentario:

  1. hola daniela.
    es verdad. uno piensa, busca, analiza, es muy dificil, hasta parece inmanejable. fuera de nuestro alcance. la locura, el odio, podemos hacer algo ?? o solo cuidarnos a nosotros y a los nuestros.
    el mundo ya no es seguro, ningun lugar.
    tenemos que pensar en vivir en el peligro, convivir, sufrirlo,
    no es resignacion. es una barbaridad, pero , quizas, susanita no sabia tampoco que hacer. pensemos, rapido, antes que sigan las muertes. la solucion no es facil. un beso

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