28 septiembre 2008

Shaná Tová (o de porqué sigo cocinando todos los años)

Va a ser mi sexto festejo de Rosh Hashaná lejos de los míos de Argentina (y mi cuñada de USA).
Les cuento que ayer cociné durante seis horas (no exagero) seguidas, con Henry revoloteando a mi alrededor, tocando todos los utensilios, metiendo la mano en la basura, desparramando la harina por el aire, metiendo una manito en el frasco de miel mientras con la otra agujereaba el guefilte fish... no sé cómo logré terminar la tarea sin perder el juicio (bah, quizás sí lo perdí... pero dios me perdonará en Yom Kipur! Espero...). Cuando estaba a punto de abandonar, y me juraba a mí misma que "el año que viene compro todo hecho y listo" se acerca Coni y me dice "Mami, todo huele riquísimo!!!".
Ya está. Con eso me sacó la mejor sonrisa, me olvidé de los desastres "henrísticos" y y de las horas de pie. Y me dije que de eso se trata: de que haya en la casa -el hogar- olor a Leikaj y a torta de manzana y a pollo y a guefilte fish y que tu hija aspire profundo y te diga qué rico. De acá a veinte años se podrá olvidar el ritual, podrá no acordarse de algún rezo, pero jamás olvidará los olores promisorios de los preparativos: la "anticipación". Que muchas veces es más que el festejo mismo.
¿El menú? Jalá redonda, manzanas con miel, guefilte fish, ensalada verde con noodles, ensalada de papa y huevo, pollo con manzanas a la miel, una bandeja gigante de papas, batatas y calabazas grilladas, arroz oriental, helado, torta de miel (leikaj), tarta de manzana con helado de vainilla y mucho mucho mucho amor.
Shaná tová, gente. Feliz Año.

23 septiembre 2008

Jere literal

Gran cosa acá, el footy -versión local mezcla de fútbol con Rugby, por decirlo de alguna manera-. Coni es hincha de Saint Kilda, Jere de Hawthorn. Otra vez se enfrentaron ambos equipos en la semi. La última vez que eso pasó, ganó el equipo de Coni y Jere terminó llorando a moco tendido, desconsoladamente, miles de palabras de consuelo no sirvieron para calmarlo.
Así que esta vez, mejor prevenir, pensé.

-Jere
-¿Qué?
-Vos sabés que tu equipo puede ganar o perder
-Sí...
-Y si gana, genial...
-Sí
-Lo festejás con tuti...
-Sí
-Pero si pierde, tenés que ponerte la camiseta igual, eh!
-No, mami: está para lavar

17 septiembre 2008

Los habitué

Me siento en el café, todos los días a la misma hora. Laptop, cortado doble con leche descremada, tostada con queso blanco. As usual. Obviamente no soy la única: coincido siempre con los mismos. Por lo tanto, nos saludamos con un cordial Hi, una sonrisa y una inclinación de cabeza. Eso es todo.

Ayer, sin embargo, uno de los "habitué" inició una conversación conmigo. Cómo te llamás, vivís por acá, trabajás? Me llamo Daniela, vivo a cinco cuadras, sí, trabajo.¨¿En dónde trabajás? En Bialik College. Ah... (se queda pensativo, como alerta). ¿Y qué hacés ahí? Soy teacher. ¿De qué? De hebreo...

Al habitué se le transforma la cara. Y -ahí viene lo más ridículo de la historia- me reprocha:

"¿¿¿¡¡Y cómo no me dijiste que hablabas hebreo???!!".

Resulta que el habitué -ahora sabemos que se llama Ofer- es israelí, y obviamente lo he escuchado hablar hebreo muchas mañanas, ya sea por celular o con alguno de sus ocasionales compañeros de mesa. Sin embargo, no entiendo porqué extraño motivo me levantaría yo de mi mesa, me acercaría a la de él -completo extraño- y le diría:

-By the way, I speak Hebrew...

Esto mismo le expliqué a él, le dije "es que ni te conozco, cómo voy a acercarme y decirte que yo hablo hebreo, por qué motivo lo haría? ¿¿¿Acaso cada vez que oigo a alguien hablar hebreo (y hay muchos por mi zona) debería yo acercarme y decirles "yo hablo hebreo"???

Pero Ofer estaba enojadísimo, me decía que yo era "naughty" y que lo hice "a propósito" (...)

Me hacía naughty naughty naughty con el dedo y todo. Yo quería tranquilizarlo diciéndole quedáte tranquilo que no dijiste nada comprometedor pero no lo hice (por naughty, quizás, jaja...).

Sirva semejante anécdota para reflexionar sobre las pequeñas comunidades silenciosas que se forman en los cafecitos de por ahí, lo mismo con la gente que se junta siempre a la misma hora en la parada del colectivo, o la estación de tren, de alguna manera nos conocemos, somos como compinches de algo, pero... ¿de qué?

Mientras escribo esto Ofer está sentado en la mesa de al lado.

Creo que después de semejante discusión que tuvimos siendo completamente desconocidos (de lo más bizarro), ahora somos amigos. De café.

09 septiembre 2008

Veo, quiero, a cualquier costo

Coni está desesperada por tener un celular.
Le dijimos que no, que no "necesita".
Ella dice que "toooodas" las amigas tienen.
Le pregunto quiénes.
Me las nombra. no llega ni a la mitad.
Le digo, ves, no toooodas tienen. Sólo las que necesitan. Por ejemplo, Tira, porque viaja en micro, entonces a veces los padres quieren saber dónde está, si se atrasó, etcétera.
O Natasha, porque tiene a los padres separados, entonces cada uno la llama al celu, para evitar contactos indeseados.

"Ah, bueno, entonces" -dice Coni- ... "ya sé lo que quiero para fin de año: que ustedes se separen!!!".

jeje.
(supongo que no lo dice en serio)
Tendré que preguntárselo.
Por Facebook.
Es la manera que mejor funciona en este momento para hacerla hablar.

Aaaaaaaaahhhhhh, modernidad, frenética, genial, espiralada, compleja modernidad!!!!!!

02 septiembre 2008

otra vez Ariel

Esto de migrar te lleva a lugares te lleva a ciudades te lleva a integrar olores, aromas que impregnan para siempre memorias que volverán con el olfato recurrente y un viaje sideral al pasado.
Esto de migrar te lleva conocer gente, mucha y de las más variadas razas, formas, colores y personalidades. Algunas pasarán como una ráfaga, de otros recordaremos sólo el nombre, de aquél quizás la circunstancia en que nos conocimos. Otros, sin embargo, entran para permanecer. Se imprimen.
De la vez qu vivimos en Israel conocimos a Ariel. La onda fue increíble. Ariel y yo trabajamos juntos cuando yo era corresponsal del Planeta Urbano y él ya un reconocido fotógrafo. Yo hacía las notas, él las fotos.
Después vino la vuelta a Argentina. Después la vida. Después Australia. Y él allá.
Pasaron diez años desde que nos despedimos en Jerusalén, y me acuerdo como hoy, en el pasillo de nuestro edificio en la calle Pharan 4... Y ayer sonó el teléfono.
Y era Ariel.
Fue -como él lo describió perfectamente- como si entonces hubiese tenido que cortar el teléfono para encargarme de mis hijos y le hubiese dicho (por ejemplo) ´te llamo en cinco que Coni está llorando´...
Hablamos como si nada, como si hace cinco minutos hubiésemos interrumpido la conversación y la estuviéramos retomando.
Migrar te pega fuerte, a veces te da con todo.
Pero la pucha que te regala caricias al alma, también.