04 mayo 2016

Mi escote masculino

Todos tenían fe en mí.
Pero solo yo podía hacerlo en persona.
A fines del año pasado, luego de un largo, detallista y obsesivo proceso de edición se terminó de imprimir mi primera novela. Escote masculino. 
Narra la historia de Ignacio Turinsky, un sonidista cuarentón con un millón de amigos y una realidad de pareja incierta, que un día despierta para enterarse que había perdido todo en un incendio.
Escote masculino.
Un título llamativo para el público local. Atractivo pero jugado, hasta me sugirieron cambiarlo. 
Pero no. Tenía que ser Escote masculino.
Un cierto oxímoron -¡para volver a aquella palabra que usé por primera vez cuando me entrevistó Bernardo Neudstadt por radio!-. Una cierta desfachatez.
¿Que quiénes finalmente me dieron el empujón para dejar de corregir y mandarlo a imprenta?
Miles de manos, mentes y comentarios amigos, compañeros de taller(es) literario(s) -tiendo a abusar de ellos, soy adicta- y por supuesto: la familia. Hijos. Esposo.
-Mami, dale. Terminá la última frase hoy. (Jeremías, una nochecita en el Estadio Israelita cuando yo dije, por enésima vez, lo termino mañana). No me dejó. Tenía que ser ese día, aunque era oscuro y había jugado basket y al día siguiente había colegio y faltaba cenar. 
Gracias Jerito.
-Mami, ese tipo, del que hablás con la abuela, ¿por qué no se lo presentamos a la tía Sonia? (Henry,  un día cuando yo estaba promediando la novela y la comentaba con mi suegra en su casa de Buenos Aires).
Gracias, Henry: ahí vi que tenía un personaje real, creíble, querible y fabuloso.
-Mami, ¿cuándo sale el libro? ¿Cuánto falta para que lo manden a imprenta? ¿Que no sabés? ¿Cómo que no sabés? Dale mami, listo de corregir. ¿Y? ¿Ya terminaron la edición final? Dale, tiene que salir.
(Coni, unstoppable, como una topadora, cuando la novela ya estaba escrita y ultra corregida, pero seguíamos editando).
Gracias, Conita: ese empuje fue un motor encendido hasta el último instante en que finalmente, dijimos con Lorena, mi socia en Editorial Furtiva, "no se edita más. Se va a imprenta".
-Amor, tiene que ser el mejor lanzamiento de libros de todo Chile, tiene que venir la prensa, te tenés que tirar del Mapocho si hace falta. (Sergio, mi amado, entusiasmado a rabiar con mis supuestas dotes que no podían pasar desapercibidas).
Gracias, Ser.
Finalmente no me tiré del Mapocho.
Pero mi admirado Pablo Simonetti -mi maestro- me presentó el libro en un bello y perfumado salón del Centro Cultural Las Condes con unas copas de vino tinto que Casa Donoso gentilmente sirvió, y los mejores quesos de la empresa Party Food.
Fue una fiesta.
Estaban todos los que me quieren.
Y, en espíritu, todos los que no pudieron venir (pero hubiesen querido).
Me puse mi mejor Escote Masculino (sobre el regazo) y disfruté como lo hacen las mariposas que solo viven por pocas horas.
Si me hubiese muerto ese día, hubiese sido de alegría.
Árboles ya planté, varios, en Israel. Y en Australia.
Hijos, los 3 mejores de la tierra entera (junto a todos los otros mejores hijos del mundo de todos ustedes).
Ahora vamos por el segundo libro.
Voy a necesitar todo el apoyo moral de la tierra media y del más allá. Y el estímulo de los hijos y las ideas subversivas de mi esposo (how about walking naked around the streets of Santiago city, mi amor?).
Me tengo fe, eso sí.
Igual, ya me gané un lugar en el olam habá.