19 noviembre 2008

Doble ciudadanía

Después de cinco años, cinco meses y dos días de haber llegado a este continental país que nos recibió con bendiciones, nos dio un hijo, pulió otro idioma y coronó de experiencias, nos han otorgado la ciudadanía australiana. La ceremonia ha sido de lo más emotiva, Jeremías estaba exultante, Constanza toda una damita anglosajona, Henry desentendido (total, él ya nació australiano!). Dejaré que las fotos hablen por sí mismas, mientras sólo me queda una pregunta: ¿y ahora qué? ...





02 noviembre 2008

El susurro que me llevó de viaje

Cuando vivíamos en Argentina íbamos regularmente a Bet El, los viernes a la noche, para Shabat. Era una convocatoria religiosa, social, espiritual, marcada por encuentros y canciones, y altibajos de emociones, llorábamos, y nos reíamos, y reflexionábamos con las prédicas magistrales de Mario -maestro de los maestros, palabra precisa con puntería única para apretar todos los botones que hay apretar, de cada uno de los presentes y de todos a la vez, ¡qué Rabino!-.
Acá, al principio, no íbamos a ningún templo. No encajábamos en ninguno: éste es muy "religioso" (léase "practicante" y discúlpese el uso del término religioso con exclusividad para cierto sector, es sólo a fines ilustrativos); este otro es reformista, el de más allá es de ultra recontra ultra ortodoxos, con sombrero de piel y la mar en coche; al de la esquina hay que ir con manga larga y aquél que se ve tan lindo es de los sudafricanos casi exclusivamente. Está el único templo conservador, pero es chico... probemos.
Y empezamos a ir. Sin embargo, la completa aceptación llevó tiempo. Y no por la gente, tampoco por la ropa (iuju!! puedo ir en jeans si quiero!!) ni por la forma de sentarse (nos mezclamos todos y puedo darle la mano a Sergio sin escándalos). El Rabino también bien, inclusive el inglés no molestaba. Pero las melodías... las melodías eran diferentes, y más de una vez quedé colgadísima cantando el kidush a la manera de Bet El, o el Mi Kamoja, o repitiendo un estribillo cuando todos ya habían callado...
Pero seguimos yendo, y podría decir que recién este año nos lo tomamos más en serio y empezamos a ir todos los viernes, llueva o truene. Y claro, ahora nos sabemos todas las melodías como cualquier hijo de vecino, los altos, los bajos, las pausas, los lalalá: somos los maestros del rezo en ésta, nuestra nueva Comunidad. Todo bajo control....
Con ese espíritu de "todo bien" y "como pez en el agua" me encontraba el viernes pasado en el templo, cantando a coro con todos los otros congregantes. Era una más. Ya íbamos por el Aleinu, de pie, mirando hacia el Arón Hakodesh, aleinu leshaveaj laadon hakol, feliz cantando, superada la nostalgia.... cuando Sergio, despacito, en pleno "anajnu modim...", me susurra al oído:

-¿En qué página estaba el Aleinu en Bet El?

Me mató. Toda mi estructura firme de migrante superada se desmoronó como un flan. Me vino a la memoria todo junto: la menorá en el escenario, y la pila de de Sidurim a la entrada, y el Kol Bet El, y las sillas azules, y el templo precioso, y la alfombra azul, la pirámide de vidrio en el techo, y la melodía con la que Mario hacía su entrada a la bimá, el lalalá del Violinista sobre el Tejado que tararéabamos antes de que los novios subieran a la bendición, la música pegadiza del Veshamru, las estrofas del lejá dodí repartidas por distintas voces entre los congregantes, nunca sabías de qué rincón iba sonar la siguiente, las prédicas de Dani, también obras maestra, las miradas, los coqueteos, la Amidá que siempre terminaba antes de que uno pudiera terminar, pero estaba bien, porque es tan larga, y el boi boi boi del Aleinu, obviamente, y Adrián Brukman: el jazán más lindo, y los perfumes, y los cuchicheos, y la invocación final, abrazados al de al lado, venciendo la timidez, con otra vez las palabras de Mario... hermosas... perfectas... justas... y Adonai oz leamó itén, Adonai iebarej et amó vashalom, Shabat shalom
Casi me descompongo del viaje relámpago que el comentario de Sergio me generó. Me tuve que agarrar a la silla.

¿Adaptada, yo? Seguro. ¡¡Siempre que nadie me susurre al oído preguntas indecentes!!

(By the way: el Aleinu estaba en la página 146, nos ponemos de pie por favor...)