29 enero 2008

Gracias por la fauna

Pinguinos
Ciervos
Pelícanos
Vacas
Ovejas
Erizos
Conejos
Gaviotas
Unos pájaros exóticos de los cuales no sé su nombre
kookabura (el pájaro que ríe)
Cisnes
Wallabies
y por supuesto canguros

Todo eso vi la semana en la isla, en distintos ámbitos, sueltos, y sin pagar entrada. Voy a comprar leche y veo un cervatillo. Voy a mandar un mail y ahí se me cruza un erizo (el famoso puerco-espín). Como dice mi amiga Patri, al ver cuánto se divertían nuestros hijos barrenando las olas: "... y pensar que es gratis, no tenés que andar poniendo una monedita para que venga cada ola!!"...
Australia: ¡a tu salud! Gracias por la fauna (en la flora no soy tan experta).

24 enero 2008

Vacaciones en la isla

Disculpen la momentanea ausencia. Estoy de vacaciones. En una isla. Chica, tranquila, a hora y media de Melbourne. Playa, caminatas, un poco de siesta, pizza, arena hasta en los oidos y sandwich de queso con tomate. Cualquiera diria que estamos en Miramar. Pero no: como dice Rub'en, que es de la banda, "nos faltan las facturas". Y el barquillero, diria yo (ahi delato mi edad, jeje). El mate esta vez lo deje en Melbourne, ya que me negue a llenar el baul de la Rav con adimentos de ultimo momento. Y, para mi sorpresa, tampoco traje taanta ropa. Que es una semana, nom'as. Y, por sobre todas las cosas, es Australia. O sea: relajate y disfruta. No importa si tenes la mejor bikini. Pero si la mejor tabla de surf, porque eso te permite barrenar mejor las olas, y las mas altas. No importa si tenes las ojatas ultra thin de Havaianas (las metalizadas, obviamente). Pero si importa que tengas un buen calzado, de varios cientos tal vez, para no reventarte los pies con el ripio o lo que fuere que hay al fondo del mar. No importa si tenes unos rollos por ahi, por alla, o en toda tu humanidad: pero asegurate de tener un buen protector solar y cubrirte entero porque si no las consecuencias pueden ser fatales (Australia tiene el indice mas alto de cancer de piel del mundo). Entonces vos vas a la playa y no tenes ciento veinticinco millones de ojos clavados en tu espalda mientras te sacas el short (o el pareo, o lo que fuere que sea el ultimo grito de la moda dictado por ... Pancho Dotto?... o ahi tambien delato mi edad?). No. Vos vas a la playa -gorda, flaca, mediana, excedida, rellenita, escualida, mastodonte o escarbadiente- y sos, con todo el sentido que esto implica: libre y feliz. Vas a ver las mejores carpas, el mejor calzado (mejor en cuanto a resistente, antitranspirante, antibacterial, no en cuanto a que tiene una o dos tiras en la parte izquierda superior de color caqui, que hacen juego con la cabeza del que los diseño), vas a ver los mejores trajes de neopren, el protector solar mas efectivo. Claro que todo lo mencionado es tambien costoso, y muy. Pero no es caro. Costoso si: cuesta muchos dolares adquirirlo. Caro no: su utilidad justifica -de verdad- el precio pagado.
Asi que aqui estan, en mi placard de la isla, mis bikinis mas osadas, mis prendas mas "in"... que me harian quedar super "out" si las usara. Nobody cares. Por eso sos libre. Y feliz. Bueno, casi: siguen faltando las facturas.
Hasta la vuelta.
*perdon pero no logro encontrar los acentos en el teclado de la isla. Se ve que tampoco importan... a l'a Gabo...

18 enero 2008

Fotos del Australian





Son las dos y cuarto de la mañana y no creo poder pegar un ojo hoy: acaba de terminar el partido entre Rodick y Kohlschreiber y fue un espectáculo futurista. Si lo han visto entenderán de qué hablo: un tenis de primerísima calidad, Rodick convirtió nada más ni nada menos que 42 Aces!! Y el alemán no se quedó atrás, con 32. Pero no fueron sólo los Aces sino la precisión, la velocidad, la confianza, la estrategia. Una combinación de perfecto estado físico, control mental, eximia visión, rapidez de reacción y destreza en los movimientos. Nunca el tenis vio algo así. Potente y arrollador.


Pero bueno, aquí van las fotitos que prometí. Son amateur pero espero transmitan un poco de la emoción que se siente al tener a pocos metros a un famoso de verdad (y por todos los buenos motivos).

17 enero 2008

Hablar siete idiomas... quién pudiera...

Un encuentro en la oficina: él le cuenta a ella que tiene un problema enorme: está a punto de empezar una reunión de negocios importantísima con gente de siete países diferentes y su intérprete no ha venido. La empleada, solícita, se ofrece a ayudarlo. "Yo puedo hacer ese trabajo", le dice... Véanlo, no tiene desperdicio.

Cariños y me voy a dormir. El Australian Open estuvo genial, me enamoré de todos los jugadores y saqué unas fotos deliciosas de las hermanas Williams que trataré de subir mañana. Disfruten del video.

16 enero 2008

La reconciliación

Hoy me vuelven los colores, sí señor. Después del episodio de la pareja de argentinos que me dio la lata con los chacinados (¿o eran embutidos?) y mi desilusión, aquí estoy de nuevo con mi corazón latiendo en castellano y en celeste y blanco. Todo gracias al deporte. El Australian Open es pasión por aquí durante dos intensísimas semanas y la tele en mi casa no deja de mostrar los partidos. Veo de todo: serbios contra rusos, australianos contra japoneses, austríacos contra croatas, todo vale y es, generalmente, de primerísima calidad. Pero cuando realmente mis fichas se ponen en juego es cuando juega un argentino. Ayer debutó Diego Hartfield contra -nada más ni nada menos- Roger Federer. Me pregunto cómo habrá reaccionado cuando se enteró de que le tocó en suerte, en su primer partido de este torneo, jugar contra quien no solamente es número uno del mundo sino que, además, lleva ganados 12 grand slams y viene defendiendo su ranking de número uno desde febrero de 2004. Un récord. Una máquina. Y ahí le tocó, por puro azar nomás, al tal Diego Hartfield, argentino de marca y nacimiento, enfrentar al invencible en el primer partido de un torneo por eliminación simple por el cual, como su nombre lo indica, el que pierde vuelve a casa. Así que desde el living de casa, mientras alguien decía "pobre Diego, habrá estado a las puteadas cuando vio que le tocó contra Federer"... yo pensaba que tal vez no, que quizás en un arranque de autocompasión y lucidez Diego Hartfield pensó: "qué suerte la mía de poder jugar contra Federer. La leyenda". Sea como sea (ah, sí, perdió Diego, pero dignamente y con fervor) sea como sea, decía, de mi placard brotaron todas mis remeras de Argentina, esas que si vivís allá no te ponés ni loco, y ya me estoy eligiendo el vestuario para cuando vaya mañana al Road Laver Arena a mirar. Búsquenme en la tribuna: voy a estar de remera blanca, gorra escarapela, mirando a alguno de los tres argentinos que todavía siguen en carrera, gritando "vamos todavía carajo!!". En perfecto español.

13 enero 2008

¿Cuánto en realidad nos une nuestra lengua madre?

Me estoy repreguntando si mi lengua madre es realmente un lazo que me une a mis "co-parlantes" (qué buena palabra, no?) tan poderosamente como yo pensaba. Será que ya han pasado cautro años y medio de nuestra llegada a Australia, o será que la elevé a categoría de "religión" cuando es en realidad sólo un instrumento de comunicación - lo cierto es que una vivencia que tuve el otro día en un shopping me hizo cuestionarme eso del castellano y los hispanoparlantes y la unión verdadera:
Estaba con Constanza, Jeremías y Henry en el Target del Malvern Central (un shopping chico) cuando de repente pasa una pareja hablando del precio de las sábanas en castellano. Yo, a su vez, hablaba con los chicos del precio de los Nintendo DS lite. En castellano. Cual perros, a ambas partes se nos pararon las orejas al escuchar las palabras tan familiares, la cadencia, el acento de la lengua madre en común. Al cruzarnos cara a cara, y tras un brevísimo intercambio de miradas de "compinchismo", nos dijimos hola, hola, en perfecto español y el hombre fue más allá y dijo feliz año y yo gracias y ahí nos quedamos varados, sin avanzar. En vez de seguir cada uno por su lado la lengua madre nos hermanó por unos minutos, y nos enfrascó en una charla amena... amena por unos minutos, porque luego del intercambio de rigor (de dónde exactamente son, cuánto hace que están, les gusta, extrañan) y cuando yo sentía que se había agotado mi interés ellos no movían las piernitas del lugar, y continuaban la charla como si fuéramos grandes amigos reencontrándonos después de muchos años. A toda costa el señor -con la mejor intención, reconozco- me quería contar en dónde podía conseguir chinchulines, morcilla, chorizo colorado y matambre. Dedicó unos diez o doce minutos a contarme todos los prodcutos argentinos que acá logra adquirir, con especial insistencia en los embutidos. Se esforzaba en explicarme cómo llegar a una carnicería que está como a cincuenta minutos de mi casa. Dijo que espere, que iba al auto (tres pisos más abajo) porque tenía una tarjeta de la carnicería con la dirección y me la quería dar. Mientras yo, que fui vegetariana un par de años, tengo un interés nulo en los embutidos, y por sobre todo jamás viajaría cincuenta minutos para comprar básicos diarios, trataba deseperadamente de terminar amablemente la conversación, me preguntaba a su vez cómo cuernos fue que terminé dedicándole casi veinte minutos de mi tiempo a dos perfectos desconocidos que nunca más volveré a ver. Fue como si el hecho de hablar la misma lengua nos haya obligado a decirnos cosas. Me hizo plantearme la pregunta de con quién tengo más en común: ¿con un argentino de Misiones, por el hecho de que los dos hablamos castellano, o, por ejemplo, con un judío de Nueva York? ¿Con alguien de profesión actor, o pianista, o cartógrafo, de Capital Federal o con un escritor de Australia, o una maestra de hebreo de Canadá?
Me quedé esperando al argentino y su tarjeta de la carnicería por pura cortesía. Jamás me la trajo. ¡¡AY, mi lengua madre!!

10 enero 2008

Consejos frente al mar

Estamos fritos: cuarenta grados de temperatura, mañana cuarenta uno, y el calor nos está cocinando. Así que con unos amigos nos fuimos a una hora y media de Melbourne, a un lugar que se llama Anglesea. Lo que tiene de fabuloso Melbourne es que viajando muy poco tenés unas playas alucinantes en verano, viajando para el otro lado también muy poco tenés nieve, para el otro lado tenés montaña, y lo mejor de lo mejor es que gracias al sistema económico estable y bien distribuido, y gracias a que la gente tiene trabajo y gana bien, todos pueden darse algunas escapadas, no sólo unos pocos. Y así, a mi gusto, se disfruta mejor, no sé qué pensarán ustedes (y ojo que no tiene nada que ver con una "mirada comunista" sino un economía bien liberal pero que funciona). En fin. Anglesea tiene playa ancha, sin carpas como las que estamos acostumbrados en Miramar, sino que cada uno se lleva su carpita portátil y se ubica donde quiere. Familias con chicos, todos muy sunsmart, es decir: usando protector solar, gorro, remeras especiales para el agua, anteojos de sol, trajes de baño con protección solar para los rayos ultravioleta, etc. Y a barrenar las olas nomás, que es la parte más divertida. Ahora sí: hay que darles los consejos a nuestros hijos, ¿verdad? Muy bien:
-Chicos mucho cuidado en el mar que las olas tiran.
-Sí, mamá
-Y no vayan a nadar, tengan cuidado, no se vayan a lo hondo
-No, mamá
-Así que no se hagan los vivos que después sufren
-Bueno mamá
-El mar es muy muy traicionero
-Sí, mamá
-Así que se meten sólo hasta la rodilla
-.... (silencio)
-¿Está claro Coni?
-¡¡¡Sí, mamá!!!
-Ah, porque no contestaban. Sólo hasta la rodillas. ¿Está claro, Jere?
-... (silencio)
-¡Jere! ¿Está claro?
-Si... pero, mami... una preguntita...
-Decime Jere
-¿Qué parte del mar es la rodilla?
-(risa-sonrisa) No, mi amor: "se meten hasta las rodillas", hasta tu rodilla: que el agua no te llegue más que el knee.
-Ah.

05 enero 2008

La máquina del tiempo según Jere

-Mami, si las agujas del reloj fueran para allá en vez de para allá (o sea para el otro lado)... estaríamos todos cabeza abajo.

Fin. (niF)

03 enero 2008

De película

Tengo dos películas infantiles para recomendarles. Y sí: estamos de vacaciones, y entre las opciones está la pantalla grande (ya agotamos pileta, pileta con olas, museos interactivos, shopping centers, televisión y mirar el techo, así que empezamos de nuevo, sobretodo porque -sólo en Australia...- otros lugares de entretenimiento de lo más divertidos están justamente "cerrados por vacaciones", como ser patinaje sobre hielo y un pelotero espectacular llamdo Taskworks (¿¿cuándo piensan abrir, el primer día de clases??). OK, aquí van las recomendaciones:
El otro día fuimos a ver Enchanted, la típica película de contraste, en la que una delicada hada de los cuentos es arrancada de su idílico bosque encantado y enviada por la madrastra mala nada más ni nada menos que a la ajetreada ciudad de Nueva York. La película es deliciosa porque también lo son los personajes centrales. Después de ver a la actriz principal actuar con sus modales finísimos y su bondad a prueba de todo, sus ojos grandes y dulces, su sonrisa compasiva, no podés menos que sentir que todos tus movimientos, hagas lo que hagas, son bruscos y toscos: tan etérea ella... tan terrenales nosotros.
Y hoy fuimos a ver Alvin and the chipmunks. Un compositor de canciones frustrado, que no logra firmar ningún contrato, cambia su destino cuando se cruzan en su camino tres ardillas (bah, una especie de ardillas) que no sólo hablan sino, también, cantan. La película me atrapó porque el personaje principal no es el típico "ganador", carilindo y superado sino una especie de antihéroe encantador. Además, mujeres, hay que aprender de él: los chipmunks le dejan la casa patas para arriba, todo tirado, roto, desparramado... él se enoja por escasos diez segundos y a otra cosa: ¡¡ni siquiera limpia!! Aaaahhh... quisiera ser Dave de la película y que la mugre no me importe un rábano!!!
Ahora bien, las películas muy recomendables pero tengo un pero (y esto no es sólo en el Dendy Palace de Brighton, Melbourne, sino un mal universal): ¡¡maldito el día en que se permitió comer pochoclo dentro de los cines, maldito cien veces y mil veces más!! Un día de estos fabrico una honda, voy al cine, compro pochoclo y le disparo al primero que haga crunch en mis oídos con la precisión de David contra Goliat.
Dénse por advertidos.